**Blanca Llorente
¿Por qué cuando el gobierno busca afanosamente recursos para el sistema de salud se transa con una tímida reforma a los impuestos sobre los cigarrillos?
La epidemia del tabaquismo es una amenaza silenciosa, cuyas consecuencias pasan a menudo inadvertidas en una sociedad en la que las muertes violentas ocupan un espacio importante en los medios y que aún debe destinar recursos a combatir enfermedades infecciosas. Es doloroso ver la cara humana de la epidemia: los pacientes que pierden los mejores años de su vida, o que luchan por sobrevivir a enfermedades de alto costo o enfrentando complicaciones que, de no ser por el cigarrillo, habrían sido mucho menos agudas o jamás se habrían presentado. Menos evidente todavía, pero igualmente preocupante, es el impacto financiero que el tratamiento de estos eventos tiene sobre el sistema de salud, un efecto que aumentará en los próximos años, a medida que vayan envejeciendo las nuevas cohortes de fumadores y de los no fumadores expuestos al humo de segunda mano.
Hasta 2007 en Colombia la prevalencia [1] del tabaquismo se mantenía por debajo del 20%. Pero este indicador es engañoso. En realidad, hay una fuerza que poco a poco se está haciendo visible y que impulsará el aumento del consumo de cigarrillos: es cada vez más frecuente que nuestros jóvenes fumen y la prevalencia en mujeres crece rápidamente. Los datos más recientes para Bogotá revelan una prevalencia cercana al 30%.
Estos indicadores van en contravía de lo que ocurre en la gran mayoría de países desarrollados. En lugares como Inglaterra o Australia, desde hace ya más de dos décadas han logrado quebrar el espinazo a la epidemia y la prevalencia está bajando. También países de ingreso medio, que probaron la amarga experiencia de la carga de la enfermedad asociada con esta adicción, han frenado el ascenso del tabaquismo. Esto ha sido el resultado de acciones concretas por parte de los gobiernos, los sistemas de salud y organizaciones de la sociedad civil. Afortunadamente, hoy contamos con suficiente evidencia acerca del tipo de medidas que funcionan. También sabemos que si nos quedamos de brazos cruzados la epidemia cobrará su costo en vidas y en recursos financieros.
Idealmente, las acciones deben adoptarse de manera coordinada: impuestos a los cigarrillos, para encarecer el producto; controles a la imagen, venta y promoción; establecimiento de espacios libres de humo y programas de cesación. Además, es importante realizar un monitoreo y evaluación de las políticas.
Colombia ya ha logrado avances en casi todas estas dimensiones, con una gran excepción: los impuestos. Como resultado, hoy tenemos uno de los cigarrillos más baratos de América Latina, compartiendo este lugar con Paraguay. Y esto no ha sido por falta de oportunidad de discutir aumentos en los impuestos. De hecho, en el marco de la reforma financiera al sistema de salud, el año pasado se expidió una disposición que intentó establecer un modesto incremento del impuesto al consumo, con un impuesto unificado de $650 por cajetilla. Cuando se cayó esta norma, con la declaración de inexequibilidad del decreto de emergencia social, nuevamente se creó un espacio para el debate, con el proyecto que desembocó en la Ley 1393 de 2010. Sorprendentemente, el impuesto aprobado en esta Ley fue de $570 por cajetilla de 20 cigarrillos. Si bien se aprobó una sobretasa que no estaba contemplada en la medida original, el efecto combinado de estos dos componentes no aumentó la carga impositiva. Es decir, el peso de los impuestos respecto al precio de venta final no ha cambiado.
Los argumentos de aquellos que intervinieron en el pasado debate para favorecer este menor impuesto, fueron escasos y la mayor parte de las veces con muy poca fundamentación y mucha retórica. Se hizo alusión al peligro del contrabando de cigarrillos, a que el aumento en impuestos bajaría el recaudo. No existe ninguna evidencia empírica sólida en países desarrollados o de ingresos medios -que comparten circunstancias socio-económicas similares a la colombiana- que respalde estas posturas. Tampoco los estudios sobre las características de la demanda de cigarrillos en Colombia y en países latinoamericanos indican la posibilidad de tal peligro en la caída del recaudo.
En pocas circunstancias se ofrece la oportunidad a las autoridades de adoptar una medida que les permita de manera simultánea reducir un factor de riesgo central para los objetivos de las políticas de salud y que además genere ingresos. Se está desaprovechando una oportunidad de recaudo adicional en un momento en que es imprescindible el diseño óptimo de los instrumentos de financiación. Por tanto, debería seguir vigente en la agenda de los Ministerios de Hacienda y de Protección Social el aumento en los impuestos al cigarrillo. Y no cualquier aumento, puesto que los estudios sugieren que hay espacio para duplicar su monto.
** Vicedecana U. Sergio Arboleda. Tomado de Coyuntura Económica
[1] La prevalencia de tabaquismo es la proporción de fumadores dentro de una población, se expresa como porcentaje.
IMAGEN: Exposition dessins d_humour Paris 1994 002